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La Princesa Pirata y la luna de queso.

Anaís, la princesa pirata de casi todos los mares y la piscina de casa, tiene seis años, y ha sido injustamente castigada a irse a la cama por su madre, enfadada porque Anaís no quiere comerse el queso. Y como todo el mundo sabe, la Primera Ley Pirata dice que una princesa pirata no tiene que comer queso si no quiere.

Así que a la cama sin cenar.

“Cuando sea mayor – promete en voz baja – prohibiré el queso en todos los mares”.

Colarrota, el hamster en la jaula sobre la mesa de su habitación, para de dar vueltas en su ruedita y parece mirarla, alarmado, moviendo los bigotes.

“A lo mejor – piensa Colarrota – cuando crezca se dedica a tontear con chicos y esas cosas y se olvida de prohibir el queso ….” pero no parece muy convencido, Anaís es cabezota cuando se le mete una idea en la cabeza.

La princesa pirata tiene sueño. Se ha puesto (ella sola, los piratas se visten solitos) su pijama de calaveras rosas, y tiene junto a la cama su gorro de capitán, su catalejo de ver lejos-lejos y su loro verde de peluche.

Piensa que no es tan tarde, pero la verdad es que se le abre la boca sin querer, una boca en la que están saliendo dos dientes nuevos!!

En ese momento, aparece papá. Papa es marinero. Antes era pirata capitán también, pero como no le ha ayudado a convencer a mama de que el queso no se puede comer, le ha dicho que ya no puede ser capitán. Y papá a puesto cara triste, pero ha seguido dando la razón a mama.

Papá le ha llevado un vaso de leche y unas galletas a la cama. Bueno, a lo mejor le vuelve a dejar ser capitán pirata otra vez. Se lo pensará mientras se come una galleta.

Pero se está quedando dormida de verdad!! Papá la arropa con las mantas y apaga la luz.

La luz de la luna entra por la ventana. Es redonda y amarilla, parece un queso enorme…

Le parece que ha cerrado los ojos un momentito, pero ha debido ser mucho rato, porque todo está en silencio.

Entonces se fija en que hay un agujero grande en la pared, junto al armario, por el que sale luz cálida, como del fuego de una chimenea. ¡Y Colarrota no está!! La jaula está vacía, en el suelo.

¿Se ha escapado por el agujero? ¿Por qué??

La princesa pirata se pone su gorro de capitán, coge su loro de peluche y su miralejos, y se mete por el agujero a gatas.

No gatea mucho, un poquito hacia arriba, y otro poquito hacia abajo.

Fuera del agujero hay una pequeña playa, y en la playa hay un pequeño barco para ratones, algo más grande que su bañera. Colarrota está vigilando que los demás ratones piratas (hay muchos) preparen el barco para zarpar.

Entonces, Anaís lo comprende. ¡Se va a ir!!

Sale del agujero, corriendo, agarrando el loro y su miralejos.

-¡Colarrota, colarrota!, ¿Por qué te vas?

– ¡Ahí estás! – dice Colarrota con su voz aguda, señalándola con un pequeño dedo rosa – ¡No nos quitarás el queso!

Entonces Anaís se da cuenta, de que a lo mejor la escuchó antes.

– Pero, Colarrota, ¡no me gusta el queso! ¡lo prohibiré cuando sea mayor!! – dice Anaís, muy seria.

-Hmmm – dice el ratón – eso pensaba. Eres muy cabezota. Y no piensas en los demás. ¿Te has parado a pensar que a nosotros si nos gusta? ¿Y que si lo prohíbes nos pondrás tristes?

Anaís no lo había pensado. Pero claro que a los ratones les gusta el queso. También comen pipas, y frutos secos, ¡pero el queso les encanta!

Así que se sienta a pensar.

– Bueno – dice – entonces no lo prohibiré. Pero yo no voy a comérmelo!!

– Vale – dijo Colarrota, sonriente – mientras nos lo podamos comer nosotros, ¿verdad chicos? – Al oír esto, todos los ratones chillaron, felices.

– Vamos de excursión a la Luna de Queso –dijo Colarrota, señalando el cielo, donde había una luna amarilla y enorme, que parecía una gran bola de queso.

Anaís lo pensó. Y decidió que era mejor que no, por que por la mañana tenía que levantarse pronto para ir al cole, y tampoco quería que mama se preocupara.

Así que se despidió de los ratones y volvió a su cuarto a dormir. Colarrota prometió volver cuando terminara su excursión.

Mientras se dormía, Anaís pensó que dos amigos pueden ser amigos aunque no les gusten las mismas cosas. Y no siempre vas a estar de acuerdo en todo. Pero eso no es motivo para enfadarse. Al revés, sería muy aburrido si siempre pensaran igual.

Cuando despertó por la mañana, se había olvidado del queso. Colarrota estaba en su jaula, dormido. Debió de llegar tarde. Papa volvía a ser capitán pirata y mama le dio un beso y un abrazo antes de montarla en el coche para llevarla al cole.

Cuando les contó su aventura a sus amigos, vio que a algunos les gustaba el queso, incluso mucho, y a otros no, nada de nada. Y se rió, porque le pareció bien que fuera así.

Un comentario

  1. Precioso cuento, para una preciosa princesa-pirata, tanto si el queso les gusta como si no. Insisto; precioso

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